¿Por qué no comenzar rememorando uno de mis primeros cuentos? El cual, personalmente es mi favorito. Soy una obsesionada con los seres míticos como los vampiros y los hombres lobo. Posteriormente estaré publicando el análisis de dicha lectura.
AGONÍA
Escrito por Liza Gabriela N. Pagoada - 2016
Las risas y la música me aturdían los oídos esa noche en el Fratelli Lounge and Club, eran apenas las 12:00 de la noche, y ya no quería más estar ahí, pero no me iba porque a mi mejor amigo Barr le encantaba ese lugar; en cambio yo, soy más “aburrido”. Pues esa no es mi forma de obtener diversión. Así que decido ir a tomar aire.
Hacía un poco de frío así que enciendo un cigarrillo, aunque la verdad ni siquiera me apetece, las calles están desoladas y no hay más que un faro alumbrando una banca al otro lado de la calle; en esa banca, en esa zona tan obscura de Composu Street, había una mujer.
Me llamó la atención su fascinante y placentera soledad, irradiaba un aura de seguridad y a la vez de descuido, pero se veía cuanto amaba la soledad en esa obscura y fría noche, pero a pesar de la obscuridad no tenía miedo y si lo tenía lo sabía ocultar, y a pesar del frío no tenía un abrigo. Me acerqué a aquella mujer que leía un libro sin título ni autor, a la cual los casi perfectos rizos negros apenas le llegaban al cuello y su cuerpo lucía un vestido verde azulado con un escote de hombro a hombro.
Podía ver sus perfectos hombros blancos y su cuello largo, ambos muy blancos; sus rojos labios resaltaban de su blanco rostro, pero aún no veía sus ojos. Me acerqué con la intención de abrigarla, pero ni siquiera yo sabía por qué...
Me pare frente a ella y carraspee un poco, metí mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón y esperé a que voltease a verme; y lo hizo, levanto su cabeza y tenía una expresión triste en su rostro, me recordaba a la mía; pero la verdad me avergoncé un poco porqueaquellos hermosos ojos negros, profundos pero muy pequeños miraban mi figura desaliñada mi cabello largo rizado y despeinado y mi barba sin afeitar, pero apuesto a que quien la mira a los ojos, se olvida de cualquier cosa.
Me quede mudo, sin palabras nada más la veía viéndome, con esa mirada tan triste.
-¿Puedo sentarme?- Mi grave y baja voz fue casi imperceptible, pero ella amablemente asintió con la cabeza, puso disimuladamente una mano en su boca (igualando a las personas con mal aliento) y dijo en susurro –Es una banca pública, ¿o no?- Me avergoncé al escuchar su respuesta pero intenté hacer caso omiso a ella, y parece que ella también lo hizo, por que siguió leyendo su libro como si nada hubiese sucedido.
-¿No tienes frío?- pregunté mientras me quitaba mi abrigo y se lo extendí. Dejó de leer, cerro su libro y se volteó. Volvió a cubrir su boca y con una pequeña sonrisa me dijo que no y extendió su mano para empujar la mía que le ofrecía el abrigo. Lo rechazó.
-Mm muy bien- me quedé sentado a su lado, los dos viendo las luces centelleantes del lounge, cuando de repente muy extrañamente una ráfaga de viendo azotó muy fuerte y un olor a putrefacto se sintió en el ambiente, me incomodé al igual que ella. Pero de repente se puso de pié tomó sus cosas y cubriéndose la boca de nuevo me deseó las buenas noches.
Miré al suelo por un momento y cuando decidí ver como ella partía, ya había desaparecido. Suspiré y para ese momento me di por vencido; le dejé un mensaje a mi amigo diciéndole que estaba por marcharme. Tomé las llaves de mi auto y me fui a casa; como era viernes no me importó la hora que era así que me quede viendo la tele, y comiendo una manzana. Suena aburrido, pero era lo que más placer me daba hacer en los momentos libres, para mí era pleno descanso, y era aún más placentero si llovía. Pero me sentía un poco incómodo aun, pues no podía dejar de pensar en la mujer de la banca, así que antes de dormir me dispuse a volver el siguiente viernes, tal vez ella estaba siempre ahí.
Esa noche soñé con ojos negros y música de fondo.
Desperté el sábado en la mañana escuchando mi nombre con una voz femenina que no podía reconocer; pensé que era mi madre, pero, recordé que estaba solo. Hice caso omiso, he leído infinidad de artículos que dicen que es algo normal, me sentí orgulloso porque sabía que mi cerebro funcionaba bien.
Al siguiente viernes recibí una llamada de mi amigo recordándome que estuviera en el lounge a las ocho de la noche, como de costumbre, aunque lo único diferente a las otras veces de ir al lounge era que estaba emocionado por ir, tal vez por las vagas posibilidades de encontrarme a aquella hermosa mujer. Llegando al Lounge me percaté que ella no estaba, no estaba en la banca, durante toda la noche la busqué e incluso la confundí con muchas mujeres pero, no... no la vi. Y me percaté que hace mucho tiempo mi corazón no se aceleraba por algo y que mi rostro no cambiaba de gesto. Todo ese me hacía sentir con vida.
Durante un mes y medio repetí la misma búsqueda y no había nada; no había ni el más mínimo rastro de ella, tampoco nadie la había visto y cuando estaba por darme por vencido, ella regresó, pero esta vez estaba parada frente a la banca viendo hipnotizada hacia la luna llena, esta vez llevaba puesto un vestido azul claro con unas decoraciones rojas en el escote que le llegaba hasta el pecho, se rodeaba el cuerpo con sus brazos, así que decidí acompañarla por si cambiaba de opinión y quería mi saco, porque esta vez fui un poco más elegante por la cumplida esperanza de encontrarla.
Me acerqué y le puse mi saco en sus hombros. –Es un gusto encontrarte de nuevo- los nervios me traicionaban y mi voz se entrecortaba y se hacía inentendible. Se sorprendió de un salto y bajó su cabeza, no dejaba que yo la mirase a los ojos, se quitó el saco y me lo puso en mis manos y cubriéndose los labios aún más que antes me dijo que no era un buen momento, se dio la vuelta y se fue caminando muy rápido la seguí con la mirada, se paró en seco, volteó a verme y luego como si nada siguió caminando, aún más rápido hasta que el sonido de sus tacones se perdió de repente en el vacío y su silueta se volvió parte de la niebla espesa que comenzaba a invadir Transilvania esa noche.
Me sentía como un estúpido, no sabía qué hacer, quería aunque sea saber su nombre pero siempre me evadía y no entendía por qué, me preguntaba muchas cosas como el porqué estaba ella parada o sentada siempre allí. La siguiente vez, no esperé mucho, regresé al día siguiente y la encontré, de nuevo leyendo ese extraño libro, pero ésta vez usaba un vestido floreado rosa de tirantes, que le llegaba hasta los tobillos. Sonreía pero cubría su boca. Decidí quedarme de lejos observándola, ya que siempre que me acercaba ella tenía o no una excusa para irse, y podía ser que ésta vez no se fuera por mes y medio si no por mucho más tiempo o tal vez para siempre.
Pero, después de varios minutos no resistí y fui a sentarme a su lado sin decir nada.
-De nuevo- siempre hablaba en susurro, y veía hacia abajo cuando yo
la veía a la cara y siempre de alguna manera cubriendo su boca. –
Vienes muy seguido aquí. Sé quién eres tú a pesar que no he visto bien tu rostro, te conozco por tu insistencia y el olor a perfume- Sonrió pero ésta vez olvido cubrir su boca y pude observar la perfección de sus blancos dientes así como sus colmillos, me parecieron más puntiagudos de lo normal pero no me importó, por primera vez vi bien su sonrisa y me gustaba.
-Sí, suelo venir los viernes con mi amigo, pero la verdad es que lo hago solo por complacerlo- Mi voz era muy apagada, me sentía excesivamente cómodo con ella, y ni siquiera la conocía.
Se abrazaba como si tenía frío y antes de que yo dijese algo me aclaro que no tenía frío.
-No te preocupes, no tengo frío, yo vengo aquí porque me gusta la música del lounge, pero no me gusta estar con la gente- Reí, y le dije que pensaba igual.
El viento sopló, y ese olor horrible que había sentido antes regresó, y ella hizo lo mismo de la última vez, pero no iba a dejar que se fuera, así que la tomé de la muñeca, y de inmediato se soltó, ella estaba fría, pero era un frío profundo como si viniese desde su interior.
-De verdad tengo que irme, lo lamento- Ella yéndose me levanté y le grité -¿Al menos puedo saber tu nombre, por favor?- En mi voz se hacía notorio ese tono de súplica y ella se detuvo, se acercó a mí y me dijo siempre en susurro –Adivina- sonríe.
-¿Marie?-
-No-
-¿Antonietta, Fiorella, Rosa, Linda?
Ríe y me contesta que no, con los guantes ya puestos, me toma la mano y pasa sus dedos suavemente sobre la palma de mi mano.
- Corinna.-
Río y le pregunto que si quiere adivinar el mío, me dice que si sin pensar. Sigue pasando los dedos por la palma de mi mano y piensa...
-Mathew-
Miré al cielo, no pudiendo creerlo y me reí, era absurdo que supiese mi nombre tan rápido, seguramente alguien se lo había dicho. De repente no seguí sintiendo el roce de sus dedos enguantados y cuando baje la mirada ella ya no estaba; me perdí tanto en mis pensamientos que deje que se fuera, así que me senté en la banca donde ella siempre estaba; poco a poco me estaba durmiendo. Comencé a soñar con el sonido de sus pasos que sonaban alrededor mío, y entre cada vuelta se hacían cada vez más fuertes, hasta que escuché mi nombre en un solo susurro al oído y desperté de repente. Era de madrugada, saqué mi teléfono para confirmar la hora y eran las tres y media de la mañana, el lounge estaba apagado y había pocas personas afuera, algunas muy borrachas. Restregué mis ojos y me dolía mucho la espalda, ya que había dormido sentado en esa banca, cuando miré al lado mío estaba mi amigo Barr, dormido, parecía haber estado borracho, así que lo levante, lo lleve al auto y lo dejé en su casa; y yo me fui a la mía, a pensar en lo que había pasado la noche anterior con Corinna.
Al siguiente viernes en la noche decidí no ir al lounge el sábado en la noche, ya que estaba muy cansado para ir, mi amigo Barr fue solo; igual cuando íbamos juntos era como ir separados, cada quien hacía sus cosas separados así que no importaba si yo iba o no o si él iba o no. A la hora de dormir, caí en la cama como una piedra y de inmediato comencé a soñar, soñaba como un hermoso colibrí que revoloteaba de flor en flor y cada vez que se alejaba de mí se convertía en un horrible pajarraco negro que emitía un horrendo quejido. Cada segundo que pasaba se iba convirtiendo en una pesadilla, cuando todo ser torno obscuro y una roja luz me iluminaba el rostro, y comencé a escuchar una voz que me susurraba al oído mi nombre y fue entonces cuando sentí una fría mano que me halaba y me conducía a un faro de luz extraño, y tocando la luz desperté. Me desperté sudado y con el corazón acelerado, y una ráfaga de viento que soplaba de mi ventana abierta (la cual había dejado cerrada) traía un olor espantoso que yo ya conocía. Sentía mi muñeca fría y entumecida con un fuerte hormigueo.
Intenté ignorar esa situación que incomodaba mucho, observé el reloj
de la pared y pude notar la hora y eran las tres y media de la mañana.
Cerré la ventana y seguí durmiendo, bueno, intente seguir durmiendo porque la verdad, no lo conseguí; seguí despierto durante toda la madrugada viendo la televisión y de vez en cuando viendo furtivamente la ventana, tenía que haber una lógica explicación para que se abriera, o tal vez había sido un leve descuido de mi parte y lo había olvidado. La voz recurrente de mis sueños daba vueltas en mi cabeza durante toda la noche y todo el resto del día.
Para la noche, decidí no ir al lounge, me sentía desconcertado y sin ánimos, extrañamente cansado, y me dolía el cuello, era como un ardor y dolor a la vez. Me limité a tomarme un analgésico e irme a dormir, aunque tenía miedo de tener otra pesadilla, ya que con las pastillas podía ponerme peor en cuanto a las pesadillas, pero aún así mi cuerpo cayó en un terrible sueño, en realidad me sentía cansado.
Esa noche no tuve ninguna pesadilla, pero mi cuello me dolía más y me sentía aún más fatigado y cansado que ayer, sentía que estaba días sin beber agua y que no había comido en días así que. Aún cansado y adolorido corrí a hacerme el desayuno.
Me lo comí todo, casi devorándome un plato lleno de huevos y tocino, bebiendo agua como un loco y al último bocado de todo, mi estómago se sentía como un remolino y corrí al baño a vomitar todo lo que había comido, me sentía horriblemente mal...
Las noches pasaban, las pesadillas aumentaban y ese olor a podrido en mi casa ya no se soportaba y no sabía de dónde provenía, también el dolor en mi cuello se sentía aún más agudo, ya no podía comer porque todo lo que comía lo regurgitaba.
Una tarde me sentía muy mal y sin haber comido tenía la necesidad de ir al baño a vomitar, pero no lo hice así que me quede viendo mi demacrado rostro en el espejo, estaba pálido parecía casi un muerto y mis labios y mejillas estaban tan blancas como mis dientes al igual que mis encías, observé muy bien mi cuello y debajo de toda esa barba, donde me dolía, tenía un orificio de aproximadamente 3 cm de longitud, me aterre, no estaba infectado, pero no sabía qué hacer. Mi corazón palpitaba y sentía mi sangre como corría por mis venas, no fui al médico porque no pensé o por lo menos no quería pensar que era algo muy grave. Pasé la tarde aterrado, buscando; como siempre, una solución lógica a la situación, mirando el techo de mi habitación hasta que llegó la noche, e inconscientemente me dormí.
Comencé a soñar con un cuarto oscuro, lleno de gritos de agonía y desesperación y susurraban a mi oído palabras extrañas que no entendía, entre ellas escuchaba mi nombre –Mathew-, sentí un horrible dolor en el cuello y comencé a retorcerme y a gritar, comencé a complementar los gritos de horror de aquel lugar, y después de minutos de agonía, sentía aquel putrefacto olor que invadía mi nariz y me desperté...
Aquella mujer tenía mis brazos presos en sus manos, y estaba abalanzada sobre mí con sus dientes presionando mi cuello, sus ojos estaban rojos y solo podía ver la expresión aterradora de su rostro, que de vez en cuando enchinaba sus ojos como quien ríe. Yo no podía moverme, ni siquiera podía gritar, cuando todo se puso borroso, deje de sentir dolor y lo último que pude escuchar fue el susurro de su hermosa voz –Mathew-.
Fin