21 Apr
ALMA

"Alma" es una historia que he estado perfeccionando desde hace varios meses. Personalmente me enorgullece que finalmente fui capaz de llevar a cabo la historia tal cual la había pensado, desde la forma introspectiva y consciente de la narración, hasta los más pequeños detalles en el mensaje. 

Adempas de eso, fue una bonita experiencia escribirla, pues en realidad se generó un debate en mi mente sobre lo que debería hacer el personaje principal. 

"Alma" habla sobre el egoísmo de muchas personas que poseen hoy en día, lo distante y frío que se ha vuelto el mundo; cómo las personas llaman empatía a temer a lo mismo que temen otros, cuando también es empatía pensar en los demás y sus diferentes situaciones, por más distintas que sean a las de nosotros. El mundo necesita más ternura y muchas personas han perdido su alma. 

Autor

ALMA

Liza Gabriela N. Pagoada, 2023

     No soy más que un simple abogado, graduado bajo la presión de dos padres, bastante egoístas. Es posible que el egoísmo sea algo que se hereda, o no tuve de quién más aprender, pues yo también suelo serlo; es amargo, y por eso he permanecido soltero; o tal vez porque odio los cabellos que las mujeres dejan en la ducha, y hay algo un tanto desagradable en su superficialidad. Por ellas mismas se me ha atribuido cantidad de insultos, especialmente cuando les digo que no me gustan los niños. Quizás suelo quejarme mucho de aquellas cosas que hacen mucho ruido.

     Honestamente mi salario tampoco ayuda a ser menos pesimista, los abogados carismáticos suelen ganar más que yo; puedo tener muchas cosas, pero carisma no, es un tanto cansado. Aunque también podría atribuir mi cansancio a las noches que no duermo y mi vecino me mantiene despierto con sus constantes fiestas; y aunque haya noches en las que no puedo dormir por mis propios pensamientos de culpa, igual me mantiene intolerante su música. Mi madre ha dicho alguna vez que debería cambiar mi actitud hacia la vida, de igual manera, la vida no cambiaría su actitud conmigo; en el fondo, me gusta un poco ser así.

     Volviendo a mi ruidoso vecino, no tuve otra opción que tomar la decisión de mudarme; lo hice fuera de la ciudad, con tal de alejarme de las personas de las cuales no soy nada tolerante. Qué más da que me tomara más tiempo llegar al trabajo. Ya pesaba la amargura de vivir en un barrio lleno de inmigrantes. Junto con la mudanza hubiese preferido que mi rutina cambiase un poco más. Aunque a veces entre más aburrida, es más fácil mantener el control. Algo como: de casa al trabajo y del trabajo a casa, etc.; ya se saben el resto.

     Llegando a casa una tarde, noté que mi buzón contenía correspondencia, me extrañó mucho, pues mantuve anónima mi partida, hasta a mi propia madre. Está tan vieja que seguramente no se daría cuenta. Honestamente, no sé qué podría ser tal correspondencia, tenía una dirección y remitente que no reconocí, parecía de una institución médica. Al leerla, me di cuenta que se trataba de una mujer con cáncer que trataba de comunicarse con su hijo. Por lo que entendí, este había cortado comunicación con ello y por ello la carta; le rogaba ir a verla. En realidad, el resto no me importó y la tiré. Soy muy egoísta para ello.

 Pasada casi una semana, volví a tener correspondencia, la misma mujer. Fue inevitable dejar salir de mi boca un chasquido de disgusto. Esta vez, se refería a su hijo como “Mi pequeño Adi”: 

“Querido Adi, mi pequeño, Puedes permitirle a una           moribunda madre saber de su único hijo. Me siento      tan sola, quisiera poder darte un abrazo, mi pequeño Adi.

Responde, por favor. 

     Mamá.” 

En este momento, me volví consciente de lo mucho que la situación estaba llamando mi atención, ¿es acaso una tragedia que la madre haya sido abandonada por su único hijo, o fue ella, tal vez, una mala madre? Honestamente, soy muy egoísta para pensar en ello por más de un minuto.

     Mientras el insomnio me aplastaba en el mueble de la sala, y cambiaba los canales de televisión sin ningún propósito, me di cuenta que, instintivamente, había estado navegando en un pensamiento en específico que no era sobre mí, lo estaba persiguiendo tal perro que corre tras un automóvil: “Mi pequeño Adi” pensaba, no entiendo como mi ego y mi amargura han permitido que piense en esa mujer por más de un minuto, un segundo siquiera; pero es que… ¿qué tal si ella no hizo nada malo?  A pesar de todo, abogar por las personas es a lo que se supone que me dedico, es eso lo que se espera de un abogado. Aunque en un concepto tan filántropo, hay muy poca empatía en esa profesión. Me hubiese gustado llevarle la contraria a mis padres y escoger otra carrera, solo para hacerlos enojar. Volviendo a la carta, me gusta pensar que soy muy orgulloso para tomarme el tiempo de escribirle a esta mujer y decirle que su pequeño “Adi” no se encuentra más aquí y que probablemente no sepa que su madre esté muriendo. No es mi asunto, y la verdad, no me pagan lo suficiente como para preocuparme por los demás.

     Al llegar del trabajo, he notado el mal día que he tenido. Siento una constante rabia hacia la humanidad, son todos unos inconscientes, egoístas. Molesto, me doy cuenta que me siento mucho más irritado al saber que tengo correspondencia de nuevo. Esa mujer no pudo esperar un poco más, sino que tuvo que volver a escribir al día siguiente. No entiende que su hijo tendrá sus razones para haberla abandonado. Fastidiado, y siempre egoísta, dejo la correspondencia en el buzón, me importa muy poco, tengo mis propios problemas.

Han pasado algunos días, el paso del tiempo no me importa mucho; aunque si hay algo diferente en ellos, es que de repente tuve un pensamiento fortuito: “Mi pequeño Adi” y recordé la carta que había dejado sin abrir en el buzón. En un ataque de empatía la saqué del buzón y la leí. Esta era más una súplica, una bastante desgarradora, su tono ya no era cariñoso, sino más bien desesperado y su letra parecía hecha con dificultosos y amplios trazos. El corazón me dio un pequeño vuelco, un sentimiento completamente nuevo para mí. ¿Qué hace una persona para merecer tanta soledad en su lecho de muerte? Solo hay una cosa que una persona tan egocéntrica como yo teme, y es la muerte. Termino de leerla, y a pesar de que no conocía a esta mujer, me dolió tanto como si estuviese dirigida a mí al leer: “Búscame, Adán. Por favor.” Su tono de ternura de antes había desaparecido. Pensé en ello toda la noche… “Búscame, Adán” fue mi último pensamiento de la noche.

     Puede que mis días hayan cambiado, no me ha dado tanto tiempo de quejarme tanto de mí mismo, porque mis pensamientos buscan a Adán, tanto como lo hace su madre. Sea quien sea, suena para mí, un tipo mucho más egoísta que yo… ¿o no? ¿Es empatía lo que siento, o es la necesidad de saber qué sucedió? Quién sabe, pero tengo miedo de esta sensación. Nadie quiere poner en sus propios hombros el dolor de otros cuando tiene ya suficiente, pero es que yo no estoy muriendo, y ella sí… ¡Suficiente! grito a mí mismo, apagando la televisión y oculto mi rostro entre mis manos en una desesperante intención de dejar de pensar en ello. Es agotante pensar en los demás.

     Me preocupa la cantidad de días que ha pasado y que ella no haya escrito de nuevo. Me angustia pensar que podría estar muy mal y que no supiera que en realidad Adán se había ido sin importarle ella. No puedo explicar por qué me importa tanto esta situación. No me perdonaría escribirle que él se ha ido y que no volverá por ella y romperle el corazón; o sería mejor morir sabiendo que no volverá, o morir con la esperanza de verlo de nuevo. ¡Dios mío! Tengo nauseas.

     Es media noche y he despertado de golpe, empapado en sudor, pensando el por qué no he sido capaz de hacer nada por esta mujer, cómo me he sentado con los brazos cruzados solo viendo desde afuera cómo arde su deseo de ver a su hijo antes de lo inevitable. Su desesperación en la última carta me volvió a la mente como una imagen aterradora, tanto que me revuelve el estómago y las emociones. Honestamente, sea cual sea la situación, sería bueno que ella supiera que Adán no volvería a verla, que ya no vive aquí, que cerrase ese ciclo antes de que su vida acabase. “Le escribiré mañana” digo tratando de convencerme de hacerlo. Aunque muy dentro de mí persiste el egoísmo, pensando en por qué debería ayudar, cuando no sé cómo hacerlo.

     Me siento a la mesa, tomo un papel y una pluma, listo para destrozar las esperanzas de esta esta mujer, pero por fin le daría una idea de que su hijo ha seguido su vida sin ella. Apenas puse el plumón sobre el papel cuando divisé al cartero. Mi corazón palpitaba visiblemente, y mi intuición sonaba como sirenas en mi cabeza “No” dije entre un suspiro, las manos me sudaban y decidí traer la correspondencia. Al abrirla, me di cuenta que no era letra a mano, era un anuncio de defunción del Hospital, dirigida hacia Adán Alberto Vives, dejándole saber su madre había fallecido. “Alma” dije en un susurro y sonreí con ternura “Descansa, Alma”.

Fin.

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