16 Jul
AMANDA

Me he sentido inspirada para escribir esta historia, después de tanto tiempo se ha sentido increíble dejar fluir las palabras y a pesar de que no sea una de mis mejores historias, ha sido un golpe de satisfacción el haberla terminado. 

¡Espero que la disfruten y que tengan una noche de lectura inolvidable! Sus comentarios y críticas son siempre bienvenidos.  [Historia en el siguiente párrafo]



“AMANDA”

Por Liza Gabriela N. Pagoada

Lecturas de una noche, 2020

Amanda había perdido la esperanza hace mucho tiempo; su matrimonio había sido un fracaso y desde que se divorció creyó que las cosas serían mejores, pero maldijo a los cuatro vientos cuando perdió su casa y lo poco que quedaba de su espíritu. Pero el viento llevó su mensaje de desilusión allá afuera y después de perderlo casi todo, incluso los mares se compadecieron de su dolor.

Es un claro recuerdo el día en que Amanda perdió su último respiro de esperanza en la corte de divorcio. Tomó sus cosas y salió del edificio de prisa, tratando de huir de sus pensamientos y recuperar el aliento; a pocos metros del tribunal, la playa resplandecía y el mar la llamaba por su nombre con las ruidosas olas y tras un momento de calma no perdió la oportunidad y se quitó sus zapatillas, caminó hasta que sus pies tocaron la arena sedosa y cálida hasta en color. Al son de las olas, su respiración era tranquila y las aguas del mar le ofrecieron con el oleaje una hermosa perla que tomó y dejó en el bolsillo de su falda de tubo.

Después de varios meses, Amanda aun maldecía su separación. Por las noches lloraba y mojaba la almohada de la cama en la que soñaba cuando era pequeña; sus padres jamás le cerraron las puertas. Estar en casa de sus padres no era lo mejor a veces, en las mañanas se levantaba por café y la compasión en la voz de su madre le recordaba que había sido un fracaso para ellos; prefería los momentos cuando su padre, tras escucharla llorar, le ofrecía un té y una pequeña risa.

Tras recuperar parte de su vida con un nuevo trabajo, hizo una compra que no a muchos hizo feliz, pero a ella sí: una bicicleta, amaba la libertad y el viento en su cabello que le recordaba que había algo más en sus días por lo que sonreír.

Una lluviosa tarde de noviembre, al llegar del trabajo esperaba a sus padres y con nerviosismo frotaba entre sus dedos el collar que había hecho con la perla que encontró en el mar hacía dos años. Al llegar sus padres, las aves silenciaron cuando les dio la noticia “Me mudo” dijo tras mirarlos con alegría; en un cercano pueblo la esperaba una pequeña casa llena de la libertad que necesitaba. La lluvia y el viento meneaban los árboles haciéndolos bailar, bailaban como si celebrasen el siguiente paso a la felicidad.

En casa, reconoció de inmediato cuál sería su habitación: en la gran ventana resplandecía un frondoso y viejo árbol, una pequeña rama salía de su camino y tocaba la ventana de Amanda casi como si este quisiera hablarle. Tras colocar su cama junto a la ventana, supo que había tomado la mejor decisión. Admiraba las hojas que se movían de un lado a otro con el viento y en días de tormenta el sonido de la lluvia la arrullaba junto con el vaivén de las ramas. Tras décadas de vivir junto al hermoso árbol, tanto él como Amanda no soportaban más los años que les había caído encima y una tarde de cansancio Amanda tomó su sábana y se recostó mientras veía cómo las últimas hojas caían de este y con felicidad en sus ojos se despidió del amigo que había devuelto su esperanza y quien la dejó morir en paz mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.  

Fin


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