03 Apr
CASI COMO CUALQUIER OTRO DÍA

Hay personas que se caracterizan por sentirse bien en una burbuja de confort, en la cotidianidad o el día a día. Sé que a muchos nos hace sentir bien la monotonía y la certeza en las circunstancias que nos rodean, el orden y las tradiciones; levantarnos un sábado y hacer lo que nos gusta hacer todos los sábados, porque nos sentimos bien. Probablemente nunca he sido la mejor lidiando con obstáculos que se presentan en mi zona de confort y es una angustia cuando no logro recuperar el hilo de mis acciones por mucho tiempo, pero en la historia de hoy me gustaría enfocarme en los momentos en que los días salen de su monotonía y el cambio es positivo, al final. Cuando vale la pena salir de la zona de confort.

Espero que les guste este cuento corto, he disfrutado mucho escribirlo; después de tener la idea desde hace mucho tiempo, por fin he encontrado las palabras para poder plasmarlo aquí.

¡Que tengan una noche de lectura inolvidable! :) (cuento corto en el siguiente párrafo)


“Casi como cualquier otro día”

Por Liza Gabriela Nuñez

Lecturas de una noche, 2020

Es una noche tranquila, el único ruido sobre ella es el leve cosquilleo de la lluvia sobre las ventanas y tejados. Hace mucho frío y desgraciadamente mi lado favorito en la cama parece hoy tan incómodo y las sábanas parecen agobiarme. Sentada en la cama, la única luz que ilumina la habitación es la de la televisión encendida; la programación es pésima y aunque no he dejado de pasar los canales, a mi compañero acostado al lado mío no parece importarle y duerme plácidamente. Normalmente, soy yo quien se queda dormida durante la película y esta vez ha sido él.

Esta noche todo parece diferente y siento una inquietud dentro de mí, a pesar de que reina la tranquilidad, mis pensamientos parecen permanecer en un caos y son tan ruidosos que no me han dejado dormir. El aire se siente diferente, yo misma me siento diferente y es incómodo, es la impotencia de no sentirme en casa cuando en realidad estoy en mi hogar. Volteo hacia la ventana, mientras la lluvia hace atractivas formas en el vidrio la vista de la ciudad desde un segundo piso me hace suspirar, las luces que iluminan la cuidad se apagan poco a poco y todo   ̶  a pesar de ser familiar ̶  me parece diferente; en noches como esta en las que el sueño hace falta, desearía poder ir y dar un paseo durante la noche con la esperanza de que el viento me acariciara hasta desear dormir, pero esta noche es diferente y suspiro de nuevo ante el pensamiento que me causa decepción.

Vuelvo de nuevo a la televisión, y a pesar de las centelleantes luces de las aburridas películas, a mi lado, dándome la espalda, duerme profundamente y con poca gracia quien normalmente se queda despierto casi toda la noche, pero hoy es diferente. Mientras cambiaba los canales me llamó la atención algo bastante familiar, mi programa favorito: 45 minutos sobre diferentes artes japonesas y esta vez anunciaban un nuevo episodio que había estado esperando por mucho tiempo “Antiguas impresiones”; sonrío sutilmente, pero no se acerca a la verdadera emoción que siento por dentro. Me levanto con cuidado de la cama y salgo de la habitación por agua, al regresar el programa estaba siendo introducido y sin hacer mucho ruido me acomodo en mi lado favorito de la cama y me envuelvo en las cálidas sábanas que me abrazan como si me extrañaran. Siento como a mi lado, mi compañero se mueve tratando de acomodarse y de repente una caricia conocida entrelaza sus dedos en mi cabello y lo veo con los ojos puestos en la televisión, viendo con intriga “Ya veo por qué no duermes” dijo, con una voz carrasposa que me indicaba que acababa de salir de un profundo sueño “No es así… no me gusta esta noche” le dije, sabiendo que él sabía más que nadie lo que eso significaba y después de una pausa murmuró “Lo sé” mientras comienza a acomodarse más cerca y ver la televisión conmigo. Escucho que exhala sutilmente por su nariz, como quien da indicios de una risa y continuó diciendo “…Nuevo episodio…”.

A partir de ese momento, solamente recuerdo despertar de un profundo sueño, respiro un aire nuevo, pero bastante familiar con una tenue pizca a té. Me doy cuenta de que estoy sola en la habitación, me levanto y me dirijo a la cocina, veo de espaldas a quien me consoló anoche antes de dormir y de alguna manera nota mi presencia y sin darse la vuelta me dice “Te quedaste dormida anoche… casi como cualquier otro día.” Y sin decir nada, sonrío y lo acompaño a tomar el té con el corazón alegre… como cualquier otro día.

Fin

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