24 Oct
MEMORIA


Memoria

por Liza Nuñez Pagoada

Lecturas de una noche, 2023

Sí es verdad que el corazón habla, porque en momentos de absurdo suspenso, late más rápido que nunca. Quién diría que un corazón podría latir tan rápido al verse frente a una vieja caja de zapatos; tal vez porque contiene recuerdos que Isabel ha dejado a un lado desde hace veinte años, de los que su memoria se deshizo hacía ya mucho tiempo, con la intención de olvidar, pero nunca olvidó que seguían en esa caja, en una recóndita esquina de su habitación. Por alguna razón, recuperar sus papeles de nacimiento, se había vuelto una tarea difícil y desgarradora, un recuerdo vestido de melancolía es siempre doloroso.

Isabel no era alguien que mantenía monólogos, pero su cuerpo le hablaba y se resistía a abrir la caja. Tal vez, su excusa de limpiarle el polvo le daría el tiempo suficiente para pensar en cómo destapar aquello sin llevarse de encuentro recuerdos soterrados. El miedo que provoca enfrentarnos con nuestros pensamientos, es el “monstruo debajo de la cama” de los grandes; lo es también - o mucho más -  darse cuenta que antes se era más feliz, como lo es el caso de Isabel. Sería un suicidio para el alma, percatarse de que su yo de diez y siete años era más plena que ella ahora mismo. Esperar y agobiarse en ansiedad, solo prolongaba la inevitable muerte. Tantas veces muere el alma, antes que el cuerpo, y tras eso … ¿qué más nos queda?

Un trapo húmedo se deshace del polvo de hace dos décadas. La caja de zapatos yace encima de la mesa, y al sentarse Isabel frente a ella, decide abrirla de una vez por todas. Así pues, se da cuenta de que no hay nada fuera de lo normal, solo papeles doblados, amarillentos y algunos arrugados, pero el alivio no dura lo suficiente, apenas comenzó a escudriñar entre ellos cuando encontró un papel con una letra que reconocía; no solo eso, también recordó. Su corazón dio un vuelco al darse cuenta de ello y le avisa a sus mejillas, que han tomado un crudo color; su cuerpo le habla nuevamente, dándole la sensación de que se encuentra entre el calor de llamas.

Era una carta de su viejo amigo, alguien que alguna vez ofreció una compañía tan pura que Isabel siempre decidió mantener su amor en secreto, y aunque él intentó lo mismo, no fue de mucha ayuda, pues detrás de su mirada se percibía ese profundo amor. Una lágrima cae sobre el papel al advertir cuánto duele un amor perdido de un gran amigo. Todos los recuerdos se hicieron presentes: la sensación del cabello de él entre los dedos de ella, las pláticas entre clases, y lo bien que se sentía no ser ella la que hablaba de más.  El recuerdo de su letra en los cuadernos de Isabel cuando él le hacía la tarea; con un suspiro dejó salir el anhelo de que él la recordase alguna vez.

La memoria le jugaba trucos, haciéndole sentir tan real la sensación del peso de la cabeza de su amigo cuando se apoyaba en el hombro de ella, el sonido de su profunda respiración cuando se dormía a su lado, y el aroma que desprendía su camisa del colegio.  

Al abrir sus ojos, le tomó un segundo volver a la realidad, dándose cuenta que han caído lágrimas tan grandes que han llegado a acariciar su pecho. Pero su cuerpo le habló de nuevo, y en suspiro de alivio, se ha dado cuenta que un vacío en su corazón se ha llenado con la sonrisa de un recuerdo, y aunque ese recuerdo no tiene rostro, Isabel exhala su primer monólogo “Has vuelto”.

Fin.

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