Liza Gabriela N. Pagoada
16 Apr
UN ÁRBOL

 Lecturas de una noche - 2024

“¿Habrá algo en el mundo que se nos parezca?” Me dirijo a ella con voz suave, expectante de su respuesta - de alguna manera, la ruidosa ciudad se apacigua cuando escucho el sonido de su voz - y luego de unos eternos segundos viendo al horizonte en busca de las estrellas, sonríe, dejando salir un profundo suspiro: “Un árbol”, contesta por fin, con timidez y vergüenza en las comisuras de su boca. “Un árbol” repite, esta vez buscando aprobación en mis ojos y lo recibo con una tierna sonrisa.

¡Qué claridad con la que recuerdo esa noche!, y la verdad es que me hubiese gustado haberle preguntado más sobre ello. Después de siete años, es la primera vez que estoy solo sin ella y sigo buscando una respuesta: ¿Por qué nos parecemos a un árbol?, aunque muy dentro de mí sé que tenía razón. Morimos como ellos, lentamente desde dentro y sin que nadie lo note; nos corroen tristezas tan pequeñas como termitas que nos carcomen silenciosamente; el sol a veces quema de más, como lo hacen las dolorosas palabras de quienes amamos, y así como el agua que se vuelve amarga, tal cual se amarga el corazón, porque no le llega el amor, sino más bien la tristeza del mundo.

Así fue con mi querida Ana, con el tiempo, ese frondoso árbol perdió sus hojas y sus frutos, se apagó porque el mundo no fue suficiente y creo que no lo vi venir en medio de un bosque de problemas. Hoy me pregunto... ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que el árbol murió hasta me di cuenta realmente? Así somos, un árbol... pero ellos no deciden cuándo irse como lo hizo ella.

Fin. 

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