Son bienvenidos a leer uno de mis cuentos cortos favoritos, escrito en el 2017 publicado hasta el 2018. "Una mirada a través del espejo" es un cuento con libre interpretación, el cual su significado se conforma de acuerdo a todos las ideas que el lector considere. Espero que lo disfruten y son libres de dejar su reseña y cualquier crítica constructiva es bienvenida.
UNA MIRADA A TRAVÉS DEL ESPEJO
Escrito por Liza Gabriela N. Pagoada - 2017
Tanto tú, como yo sabemos cómo la belleza se opaca con el tiempo, el tiempo es malvado, no mira hacia atrás solo corre triste porque está solo. En mi caso, el tiempo es simpático muchas veces, pero así como te da tus éxitos, así mismo te los arrebata de las manos. Pobre de aquellos que siendo tan bellos ahora, el tiempo les cobrará sus simpatías. ¡Vamos! Que no es tan malo, el tiempo incluso te puede devolver lo que más amas, te hace "mejor persona". Pero... Cuando eres un ser inmortal como yo, no conoces el tiempo, ni el tiempo te conoce a ti. A ver... Si te explico lo de "ser inmortal" probablemente no te vuelva a ver.
No lo sé, no sé qué significa eso que todos dicen "El tiempo todo lo cura" pues soy el mismo desde que nací, nací enfermo e incomprensible y por ser imposible, no puedo morir.
Bueno, todo se remonta a aquellos días de brujas y hechiceros, en donde la monotonía de mi vida me brindaba suficiente aburrimiento como para pensar en la filosofía de la vida que se me acababa a pasos agigantados. Sí, tenía una enfermedad mortal la cual me consumía cada día más. La religión se daba a respetar de igual manera, tanta era su prepotencia que le decían a todos cómo actuar, como comportarse, quien estaba bien y quien estaba mal. Pero es que la existencia de la brujería y la existencia de un dios supremo eran tan absurdas como mi propia vida, pero... todos necesitamos algo en qué creer, hay quienes creen en el cielo y en el infierno, quienes creen en la magia y quienes creemos en el universo, los astros, las maravillas celestes. Hay quienes creemos que hay un mundo maravilloso más allá del cielo que miramos.
Recuerdo a una vieja mujer, una mujer que decía curar todo mal que tu cuerpo sufriera, era una bruja, conocida por todos, conocida por nadie. Pensaba mucho en acudir a ella, pero a la vez pensaba en lo ridículas que eran esas creencias, creer que la magia iba a curar mi enfermedad. ¿Qué tenía? Pues... es complicado.
Eran tiempos en que la locura era simple locura, en que la locura era un demonio que debías expulsar. La cognición es tan poderosa que enferma a tu cuerpo y tu cuerpo no resiste los caprichos del cerebro y colapsa. Por alguna razón yo sabía que algo andaba mal conmigo, pero era tan pobre mi fe que no pensaba ni en la posibilidad de un demonio. Si así fuese, me llevaba muy bien con ellos.
Según las "leyendas" la anciana mujer vivía al final de la montaña que rodeaba la aldea, un viaje de varias semanas, por muy poco. La verdad, siendo escéptico tenía curiosidad de la fuente de la fama de esta mujer. ¿Pensaba yo en ir a visitarla? Por supuesto, pero solo por simple curiosidad, si la luna ni el sol eran capaces de quitar mi mal, tal vez lo haría una mujer sin una vida propia. Aunque... podría ser una aventura que me sacase del día a día, puesto que mi trabajo era tan vago como mi alma, a nadie iba a importarle si me voy una semana o más.
Pasan los días y sigo preguntándome si en realidad debería embarcarme en tal aventura o simplemente debería desistir. ¿Quería curarme? Por supuesto que no, era más mi curiosidad que cualquier otra cosa, tal vez.
Comencé a prepararme para el viaje, yo siempre he sido el mismo: fuerte, y de cabellos largos con mucha barba. Yo era campesino, de aquellos cuales su vida dependía de la madre naturaleza, pues, si ella quería, comía. Muchas veces estaba de mal humor y las hambrunas eran inmensas. Conseguí después de varios días, lo necesario para irme.
"¿Qué has estado haciendo, Karyi?" En ese momento mi esposa se levantaba de la cama un día antes de irme, me veía con desdén y sostenía su crecido vientre que cargaba a un niño que en dos meses nacería. Su cabello largo caía sobre su espalda baja y su pálida piel le hacía resaltar sus grandes ojos verdes. La recuerdo como si hubiese sido ayer. Recuerdo su melodiosa voz y sus manos tan delicadas. Me daba miedo dejarla, sí... pero era tanta mi curiosidad que sentía esa necesidad de ir.
En cuanto a todo decidí explicarle y cuando terminé de decírselo, me veía con una mirada inescrutable y sombría. Tuve miedo, pues pensé que me detendría y de un segundo a otro ella comenzó a reír y a peinar nerviosa su cabello. "¡Qué tonterías dices! Si tu no crees en nada de eso, Karyi" Luego de haberme dicho eso me quedé serio, mirándola, quería que me tomara en serio ya que a lo que iba no era más que una simple investigación, negar que las brujas y hechiceros no eran más que una leyenda así como el mito del cielo y del infierno. Ella dejó de reírse y me tomó de las manos y me miró a los ojos con tristeza escondida tras la empatía "No pienso detenerte, siempre y cuando esto sea bien para ti y mal para nadie". Nuestra despedida fue rápida y muy sencilla, tenía ese gran presentimiento de volverla a ver en menos de un abrir y cerrar de ojos.
Me fui al día siguiente, temprano mientras ella dormía; tomé mis cosas y partí, fui caminando hacia lo desconocido. Iba directo a las fauces del lobo quien hambriento se relamía al verme. El bosque de la montaña era pacífico pero aterrador a la vez, la neblina me llegaba a la cadera y el frío era arrebatador de toda mi cordura. La montaña era casi en forma vertical, sería una escalada muy dificultosa. Al irme adentrando en la montaña boscosa, iba todo bien, a mi ritmo pues había pasado ya una semana y había recorrido suficiente camino, ya más de la mitad. Llegaría en menos de lo que esperaba. Pasaban los días y estaba a unos cuantos días más de llegar al lugar dónde presumía estar la vieja bruja que nadie podía atrapar. Cinco noches antes de llegar, pensaba mucho en mi mujer y mi hijo no nacido, qué estarían haciendo; decidí dejar de pensar en ello ya que las voces de mi locura y mi enfermedad comenzaban a atormentarme con pensamientos negativos y sombríos. Sentía como mi enfermedad crecía dentro de mí y me invadía, el calor de mi interior se intensificaba tanto que decidí quitarme cierta parte de la ropa, un zumbido retumbaba en mis oídos y mis ojos veían sombras, sombras que me decían cosas horribles pero a la vez cosas muy hermosas... Tenía un ataque, un ataque imprevisto todo mi cuerpo temblaba y vibraba. No sé por cuanto tiempo, solo me quedé dormido. Dormí tanto que al día siguiente se me hizo tan tarde que no pude siquiera desayunar.
A la noche siguiente, sabía que estaba muy cerca de mi destino, lo sentía, lo sabía.
Recuerdo que esa noche fue aterradora, así como las siguientes a esa. Estaba a punto de dormir cuando escuché pasos alrededor de mi lecho, pasos temerosos pero pesados... Sé que no era un animal, pues también era cazador, lo que sí sé es que expelía un horroroso olor a azufre, y lo escuché murmurar con voz femenina "Karyi, Karyi... satanás te espera en el infierno" luego de eso, lo único que recuerdo fue dormirme de golpe y despertar muy temprano en la mañana, también recuerdo que mis manos y pies tenían un sutil aroma a azufre.
Intenté ignorarlo, pues pensé que era parte de mi locura, intentaba buscar una excusa, tal vez distraerme con algo. Seguí mi viaje, y por más que subía la montaña y me adentraba en el bosque sentía aquello que me llenaba de temor, escuchaba ruidos inexistentes y mis ojos me engañaban con sorpresivos movimientos de cosas absurdas, ramas y raíces que se movían y pretendían estar quietas bajo la presión de mi mirada. Sí, comenzaba a pensar que estaba loco, que mi enfermedad estaba acabando conmigo.
Seguí mi viaje, ignorando todo aquello que me hacía dudar de la realidad, realmente me sentía abrumado por tanta presión, pero simplemente tenía que seguir, ya estaba suficientemente cerca como para no rendirme.
Por fin, me quedaban unas cuantas horas para llegar. Podía ver al fin la claridad del cielo, un cielo despejado y nítido junto con un sol abrasador, pero... por más cerca que estaba de la cima, mucho más frío tenía. Era tan extraño que mi enfermedad de locura me impedía pensar claramente, o por lo menos eso creía.
Por fin llegué y mis ojos no podían creer lo que veían era inexplicable, un temor me recorrió por todo el cuerpo, sudor frío comenzó a salir de mi frente y por un largo tiempo pensé que tenía pesadillas, pues el terror era tanto que jamás creería que fuese un sueño común. En la cima de la montaña había un solitario árbol que de vez en cuando movía sus raíces, ¡Sí! Sus raíces y sobre él, pero solamente sobre él permanecía nevando ¡nevando! Los árboles de alrededor estaban secos mientras este al que le caía la nieve permanecía frondosamente verde. A pesar de todo ese miedo que sentía permanecía en mí. De repente, detrás de este magnífico árbol vi que se acercaba un tranquilo y pacifico lobo, un lobo totalmente blanco que casi se camuflaba con la nieve. Se detuvo en seco y me miraba fijamente, siguió andando y se recostó debajo del magnífico e inmenso árbol (había olvidado mencionarte que era grandísimo). No me quitaba la mirada de encima y de repente sentí como mi corazón casi se detiene cuando escuché una voz, pues parecía provenir del animal. ¡Sé lo que escuché! O tal vez mi enfermedad me venció. "Te esperaba" me dijo con una hermosa y perfecta voz femenina, tenía que estar soñando ¡Esa no era una anciana! No había dicho nada pero ella respondió a mi pensamiento "No soy ni mujer, ni hombre, ni bestia. Soy un ser sin alma y sin cuerpo. Sé que solo viniste a probar mi existencia... O mejor dicho: "mi poder" mientras hablaba, las raíces del árbol se movían constantemente y el lobo permanecía en la posición inicial, no se inmutaba, ni yo tampoco "¿¡Quién eres!?" le pregunté en un arrebato de ira "Soy quien tú crees que soy... soy tu luz, tu sombra, tu bien o tu mal. Tú decides" no sabía qué contestar a ello, pues, aunque estuviese viendo todo eso, seguía dudando incluso de mi propia realidad "Es mi enfermedad" pensaba, pero no lograba convencerme porque el frío y el terrible olor a azufre eran real. "Has dejado atrás a tu mujer con un hijo en tu vientre, solo para venir a probar mi realidad, qué tonto eres" dijo previo a una risa muy simple, yo seguí diciéndole "Me han dicho que has curado y matado, que eres una bruja" lo que me dijo después me erizó todos los vellos del cuerpo y mi miedo aumentó a más no poder "¿Bruja?" y rio bruscamente "Ya te he dicho qué soy, soy el supremo, el único amo y señor de la oscuridad el que acaricia tus penas y amamanta tus fracasos. Has dudado de mi existencia y como todo amo hacia un buen sirviente te he de dar una recompensa por tu largo viaje" el viento comenzó a soplar fuertemente, mi cuerpo estaba paralizado, así también no podía gesticular palabra pues a modo que el viento resoplaba y resoplaba las raíces del árbol se movían intensamente, tanto que parecía que comenzaría a moverse por sí solo. Desde las raíces comenzó a surgir un matiz rojizo, al cabo de un tiempo noté la forma de un pequeño bebé, casi un feto aún... Sí, lleno de sangre. No se movía y por fin el lobo hizo un "gesto" y giró su cabeza a contemplar la hazaña del precioso y mortal árbol. Volteó hacia mí y bajo mi sorpresa y terror... No, no terror ¡horror! No podía ni hablar, siguió diciéndome "Al parecer tu hijo, ni tu esposa lo lograron Karyi, la verdadera historia es que..." delante de mí, sobre toda esa nieve apareció una gran llama de fuego; me moví hacia atrás en un gesto de miedo, en este pude ver todo aquello que me narraba este ser terrible, continuó "A una semana de marcharte, tu esposa y tu hijo se encontraban solos en casa al comienzo del amanecer, los bandidos que saqueaban casas irrumpieron en tu hogar y se limitaron a golpear terriblemente y violar a tu miserable mujer, fue tanto que como ves... Ni ella ni tu hijo lo han logrado" su risa era espantosa, daban ganas de vomitar y mi dolor era tanto que caí de rodillas al suelo, escondiendo mis penas entre mis manos. Luego de eso, quité mis manos de mi rostro y me encontraba nuevamente en mi hogar, llorando a mi familia, mientas yacían en mi regazo....Me di cuenta de mi inmortalidad tras haber intentado muchas veces suicidarme, al principio no lo entendía, después de siglos fue cuando entendí por fin.
Tras décadas, me fui acostumbrando a mi inmortalidad, viví en todo el mundo y trabajé en todo. A principios de los años sesenta, me instalé unos cuantos años en Pensilvania donde me ofrecieron una casa amueblada a un precio razonable, para ese entonces trabajaba como jefe en construcción. Era un vecindario tranquilo y la gente era bastante buena, estaba realmente emocionado por mi nueva adquisición, ya que mi nueva casa se encontraba muy cerca de mi trabajo. Al momento de mudarme, revisé nuevamente que todo en la casa estuviera en buenas condiciones. Lo estaba, pero noté que en el sótano había un gran espejo polvoriento, se veía como un espejo muy antiguo, lo reconocía y entonces decidí conservarlo.
Los días pasaban y todo estaba muy bien, excepto una tarde de otoño en el que regresé inquieto del trabajo, a ese entonces el espejo estaba puesto en la sala, limpio y casi como nuevo a excepción de unas pequeñas grietas en las esquinas. Al entrar ese día por la puerta, no era yo entrando a casa quien se reflejaba en el espejo, bueno...si era yo, yo hace muchos años atrás llorando a mi esposa y a mi hijo no nacido, palidecí y estaba completamente mudo y aterrorizado, era como ver una película pero el protagonista era yo. Duró unos minutos hasta que por fin la visión se desvaneció, entonces fue cuando pensé que mi enfermedad había vuelto a acecharme. No me quedaba más que ignorarlo.
Al siguiente día fue exactamente lo mismo, pero esta vez no era ese capítulo de mi vida tan horroroso, sino uno que jamás había vivido: Llegando yo de mi largo viaje, reencontrándome con mi débil y cargada esposa. La visión solo duró unos minutos, pero esta vez sentí miedo sino, mucha, mucha tristeza y melancolía. Pasaban los días y meses y el espejo me reproducía pequeños trozos de aquellos capítulos de mi vida, si ellos jamás hubiesen muerto, y si yo jamás me hubiese encontrado con aquella bestia de oscuridad. Eran unos cuantos minutos de felicidad, pero a la vez me arrepentía terriblemente. El espejo y yo nos hicimos grandes amigos, hasta que llegó un día en que me consumió y morí. Morí de verdad.
"Muchas gracias por su tiempo, señor Duntee"
"Llámame Karyi... No tienes por qué agradecerme, es la primera vez que recibo una visita agradable desde que me ingresaron a este manicomio".
Fin